Qué mágico momento estaba viviendo junto a Bill, ambos entrelazados y fusionados por nuestros brazos, sin embargo ¿Todo lo que vivía era real? Mis dudas no paraban de brotar por mi cabeza. Ya me comenzaban a molestar mis pensamientos, no me dejaban concentrar en el momento, se me rebalsaba la mente y eso me causaba un poco de incomodidad, y creo que Bill lo notó porque luego de darme un ruidoso y húmedo beso en la frente me preguntó qué me pasaba…
_ ¿Te metiste en el cuerpo del chico con el que hablaba?-pregunté inocente y ruborizada mientras él largaba una pronunciada y sonora carcajada.
_Siempre fui “ese chico” sólo que vos me tomabas como muerto y no te dabas cuenta de que en realidad seguía vivo…-se detuvo a pensar un momento al darse cuenta que mucho no entendía- es como si no me querías ver como EL BILL VIVO; estabas… como enceguecida, no me reconocías por mi cambio… –Eso no tenía mucho sentido viéndolo desde varios puntos de vista, sin embargo, era irónico que yo intente encontrar lógica a las cosas pudiendo convertir un cachorro en una bestia salvaje.
_Eso explica lo de las caras raras de los demás cuando decía que habías muerto. –Me detuve.- ¿Qué es ese tatuaje?-me tomó la mano y me la izo pasar por su delgado antebrazo, se sentía el suave relieve de las letras que decían “FREIHET 89” y entonces me di cuenta que no era un tatuaje, sino una cicatriz. Lo miré asombrada.
_ Libertad 89, yo le entregué mi sangre a Gabriel a cambio de tu alma, lo que sella y hace de evidencia de nuestro trato es esta marca…
_Yo te vi morir…
_Me viste desvanecer.-Eso también podría tener lógica, sin embargo un lado de mi, seguía dudoso… aún no sé bien de qué, pero ya había preparado un bombardeo de preguntas bastante extenso que, supongo, podría acabar con mis dudas, aunque unas marcadas pisadas que se hundían en la espesura del pasto y cada vez más intensas interrumpieron mi ataque. Era Fer, que extendiéndome de la mano, me invitaba a irme de allí junto a ella, miré rápido a Bill pidiendo auxilio con los ojos mientras este sonreía enternecido. Le hice mala cara, le saqué la lengua burlona y me acerqué a mi amiga.
_Tenemos que irnos, mi mamá me acaba de llamar e interrumpir-dijo mientras miraba al cielo como si fuera una nena pequeña que recita algo de memoria- diciéndonos que en media hora debemos estar allá y que espera que te quedes a almorzar con nosotros.
Bueno, por lo que veía, muchas opciones no tenía; además no podía zafarme… creo que la señora que me recibió en casa de Fer era la madre y ya nos habíamos visto, si me invitó a almorzar con ellos es porque algo simpática le habré caído o porque algo quería saber de mí, por lo tanto iba a quedar como la soberana mierda si le decía que no. Mordiéndome los labios me acerqué a Bill mientras me miraba tranquilo, no sé por qué nos dimos la mano, pero no como si cerráramos un trato, tampoco un apretujón de amigos, fue más bien como un último contacto de nuestras pieles que tanto apego se tenían… me acarició apenas con su pulgar y me vio irme mientras le extendía la mano a Fer a modo de saludo. Me giré hacia adelante para seguir caminando/corriendo junto a Fer mientras Bill encendía un cigarrillo, lo supe porque su aroma picante traído por el viento reposó en mi nariz.
Muchísimas fueron las calles que caminamos calladas, las dos teníamos demasiado por decir y las ganas de contar rebalsaban de nuestro interior, sin embargo, por una cuestión de respeto o amistad esperábamos que la otra le contase, así después de oír se desahogaba con las nuevas noticias. Pero ninguna se animaba a empezar por miedo de interrumpir a la otra.
Debo admitir que para las dos, o eso supongo, esa caminata fue un poco incómoda, las dos tratábamos temas vagos para sacar conversación para que así, finalmente, termináramos hablando de lo que en realidad nos interesaba. Ni hablar del extraño clima, de las notas finales, de los profesores, de mi coneja o de las madres lograron sacar a la luz lo que en realidad queríamos oír. Cuando, finalmente, Fer toma la decisión de abrir la boca, estirando la boca y subiendo las cejas le señalo de que estábamos paradas frente a su casa.
Volví a atravesar las majestuosas puertas azules para entrar a aquella antigua sala de estar con los mismos jarrones y cortinas que hoy a la mañana se paraban majestuosos y elegantes frente a mí. Sin embargo, ahora no me parecían tan asombrosos como hace unas horas, quizás lo que opacaba su imagen era ver tantos chicos y chicas adolescentes y preadolescentes bajar las escaleras a la carrera mientras gritaban, a los cuales Fer se les unió en el acto.
Luego de una estampida de hermanos, asomó la madre de Fer, que para mi sorpresa, no era la señora que me había atendido. Era una mujer cuarentona bastante alta y hermosa con finos rasgos de los cuales sólo Fernanda había heredado, los demás parecían hijos de otra madre.
_Hola, querida-dijo la mujer extendiéndome los brazos con una ancha sonrisa- Martha me habló de vos, y tenía razón… tenes un aura muy bonita.
-Gracias-dije en un gesto de verdadera amabilidad, hacía bastante que nadie me decía esa clase de cosas lindas.- ¿Martha es la mujer que me atendió hoy a la mañana?
_Si, es mi ayudante, para no llamarla mucama, porque casi es como la segunda madre de mis chicos.
Me condujo al enorme e iluminado comedor donde a la derecha tenía siente ventanales que daban a una galería en el jardín donde se veía el verde césped. En el medio de la habitación había una larga mesa tallada en las patas con doce sillas: cinco a cada lado y una en cada punta. En la izquierda se encontraba un enorme aparador de madera y cristales tallados que guardaba celosamente la fina vajilla. Por lo que me explicó la madre, mientras mi amiga devoraba… sus únicos hijos de sangre eran Marcos y Fer, los demás eran niños adoptados. El total de hermanos era ocho: estaban los mellizos de once, Juan y Santos, luego seguía una rubiecita que parecía una muñeca de porcelana llamada Lucila, de doce; una morochita de ojos verdes llamada Candela, de catorce. Luego seguía Fer de quince y Marcos de dieciséis, Juana y Milagros las dos de diecisiete aunque no fueran hermanas.
Comimos un montón, Martha se sentía orgullosa al ver como sus “hijitos” se alimentaban como muertos de hambre. Yo jamás había probado comida tan deliciosa como la de esa mujer… también, tenía dos grandes razones: una, hacía siglos (metafóricamente, por supuesto) que no comía, y dos, mi madre sólo sabía hacer lo que se pudiera meter en el microondas o recalentar a baño maría. Por lo tanto mi menú no era muy variado ni sabroso que digamos... Repetí mi plato tantas veces como mi vergüenza me lo permitiera, hasta que ya no me dio más la cara para seguir comiendo, aunque, por lo que veía a nadie parecía molestarle porque casi todos comían tan desaforados como yo. Todos menos la mamá y Martha. Aún no había saciado mi hambre, pero por suerte, la “ayudante” me sirvió en una compotera una suculenta porción de flan casero que rebalsaba de caramelo y crema chantilly que me hizo sentir explotar…
Luego de que todos se levanten, mientras Martha lavaba los platos, sentadas en un sillón quedamos Fer, Aurora (la madre) y yo… conversamos un montón. La mujer me parecía bastante buena, era extraño que Fernanda no me contara nada acerca de sus infinitos hermanos o su amable madre, yo creía que era hija única y que vivía con su padre porque jamás paraba de nombrarlo. Al rato me enteré que su padre había muerto en un robo, entonces entendí por qué Fer lo nombraba tanto: lo extrañaba.
Mientras charlábamos me di cuenta que a la madre le interesaba bastante lo del rei ki y el control mental, el tema del aura… etc. Yo me hice la completa desentendida del tema mientras me hablaba de mi aura y la de Fer y Marcos… lo que vio en cada uno de sus hijos a la hora de adoptarlos, era fascinante el amor con el que esa mujer hablaba mientras mi amiga se ruborizaba, y Marcos, el hermano se paseaba revoloteando como mariposa curiosa, mirando desde todos los ángulos. En un momento, se decide acercarse a mí, cuando Aurora le pidió a Fer que la acompañe a buscar las cajas de fotos para mostrármelas. De un salto se sentó en el sillón haciéndose el chico genial mientras me reía por dentro. Tenía una mirada profunda y linda, unos ojos extremadamente negros al igual que su cabello y una piel contrastantemente blanca como la leche al igual que su hermana.
_Algo en vos me dice que estás ligada con la magia-dijo mientras detrás de mi oreja sacaba una flor.
_Oh, si… tenés mucha razón-dije en tono severo- no le digas a nadie, pero yo…-me le acerqué como si le estuviera contando toda la verdad, miré para todos lados y me atreví a decir- yo veo duendes mágicos!-bromeé mientras a Marcos no le hacía ninguna gracia.
_No me digas…
_Si te digo, caminan por todos lados, es más siempre me piden monedas a cambio de un trébol de cuatro hojas!
_ ¡No! Qué asombroso!-dijo fingiendo con migo.-vamos, en serio te digo… el color de tu aura y tu mirada revelan mucha sabiduría, no hace falta que finjas impresión con lo que mi madre te cuenta, porque los dos sabemos que vos has visto cosas mucho más asombrosas- Tenía razón, era impresionante la rapidez con la que fichaba a la gente, sin embargo… mi ego me afirmaba que yo podría superarlo en cuanto a rapidez y cantidad de cosas para ficharle a él. No le di la razón, ni le negué lo que ocurría en mi vida, sin embargo, lo desafié leyéndole a él la mirada.
_Te sentís solo la mayoría del tiempo extrañas demasiado a tu padre, a veces te molesta que tu madre haya adoptado porque sentís que no le bastaba con vos y con Fer y que intenta llenar el vacío que tu padre le dejó con niños, pero te arrepentís de pensar así en el acto porque te sentís egoísta y falso. Sos un chico sensible que aparenta no serlo, sos muy social y la gente te quiere mucho, eso es por la energía que irradias, sin embargo estas adolorido en lo más profundo de tu corazón porque estas cansado de la gente falsa, y esto de la “búsqueda de la personalidad” en la etapa de la adolescencia te tiene arto, aunque sos bastante maduro y no te das cuenta. ¡Ah! Y también dudas de tu mejor amigo.-Marcos casi cae helado del asombro, abrió sus ojos como platos y alcanzó a balbucear algo incomprensible, yo solo reía como si tuviera modestia, aunque me sentía más orgullosa de mi misma como nunca jamás… Se levanto despacio y salió al jardín enmudecido mientras Aurora y Fernanda se acercaban con las fotos.
Cientos de miles de fotos después, Fer y yo subimos a su habitación mientras me mareaba en un mar de disculpas por tener una madre tan densa… yo no pensaba lo mismo de ella, para mí era adorable. Me pidió que le cuente todo acerca de lo ocurrido con Bill porque estaba más confundida que yo, y se burló largo rato de mí por no reconocer a mi propio novio frente a mis narices, e insulto a Andy por contagiarme.
Luego, me contó todo acerca de lo que ocurrió con Shasta en mi ausencia, estaba mega feliz de que el tipo que le gustaba era su amor, y que él la había esperado por siglos y que cuando la reconoció simplemente la abrazó y la besó como jamás nadie lo habría hecho y quedó un poco anonadada porque no esperaba esa reacción es Shasta jamás.
_Simplemente me tomó del rostro y me hizo volar con el suave beso de sus ardientes labios, sentí tantas cosas a la vez que son imposibles de describir, Dios, jamás recibí un beso así… En cuanto se dio cuenta de lo que hacíamos se separó de mi avergonzado, y enseguida lo recordé todo… todos los siglos que pasé sin él y los años en su compañía brotaban como un río en mi mente, entonces, me le acerqué y tomé su suave y delicada mano que rozó con mi brazo y de a poco nos acercábamos mas, suavemente metió sus manos bajo mi remera y me tomó por la cintura… estábamos a punto de cometer una locura cuando por suerte mi madre me llamó… No quería parar, sin embargo, quería.
¿Locura? Quizás lo sea si viéramos a Fer en su cuerpo de adolescente, pero en su alma era una chica mayor capaz de hacer lo que quisiera, pero era obvio que no se sentiría preparada para hacer… eso, incluso a mí me costaba pronunciar la palabra… Luego comprendí que Fer era tan solo una niña como yo, sin importar la edad de nuestras almas, estaríamos “quemando etapas”, creo que si me ocurría lo mismo con Bill… también esperaría a algo que nos frene. Igual, no sé, ahora veo de una manera diferente a Shasta. Jamás lo creí capas de ser tan… “veloz”. Pero todos tenemos una faceta que no conocemos ¿Verdad?
Fer no paraba de contarme lo alegre que estaba y me contó muchas cosas que le vinieron a su memoria desde los siglos pasados cuando estaba con Shasta y gracias a eso, pude conocer un poco más a mi maestro, por lo que oía era alguien muy tierno, y me ponía muy feliz saber de que al fin estaban juntos. Ella no paraba de agradecerme por reconocer ese collar, mientras tanto yo me acordaba de Amor de Shasta, que seguro ahora debe ser un poco mas cortés con los demás sentimientos que habitan en la cabeza del ángel… podríamos haber conversado durante horas, pero cuando miré el reloj eran las ocho de la noche, entonces decidí irme hasta mi casa, si no, no llegaría mas.
_ ¿Por qué caminas si tenes magia?-me preguntó desconcertada Fer, mientras, ahora que me daba cuenta, yo también me lo preguntaba ¿Por qué derrochar semejante capacidad? Entonces le sonreí y en un parpadeo aparecí en la sala de mi casa, por suerte mi mente se agilizaba y podía dominar más mi magia, ya no necesitaba decir los conjuros/trabalenguas para poder hacer determinada acción. Al fin las noches y noches de practica con Gy sirvieron de algo…
Voy a la cocina, y no había nadie, subo y busco a Gy y tampoco había nadie, la habitación de mi madre, el patio… todo vacío. Entonces, desconcertada me dirijo a mi habitación donde hay una nota sobre mi almohada:
“Hija,
Salimos con Gy a comprar ropa… no nos esperes hasta tarde, vamos a ir al cine a ver una película, si tenes hambre, revolvé en la heladera, seguro hay algo. Beso
Mamá.”
“Gracias, mami… me tuviste mucho en cuenta”-pensé colmada de celos y a punto de devorarme la nota, ¡¿Que revuelva en la heladera?! ¿Qué clase de malvada madre era? Estaba que reventaba de la bronca, cuando un ruido y una luz me asustan a mis espaldas, era Bill.
Su hermoso rostro se tornaba serio y dolido.
_Tenemos que hablar…-dijo secante.